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25 marzo 2009

EL FRACASO Y EL EXITO NO SON LUGARES


El ser no se identifica con el fracaso y el éxito. Aprende de ambos y va más allá. Nissargadatta.

Tanto el éxito como el fracaso son tan sólo interpretaciones mentales acerca de sucesos acontecidos tras nuestras previas expectativas. Una interpretación efímera que varía en cada persona y en cada momento de la vida. Un mismo suceso objetivo, para unos puede suponer un éxito y para otros un fracaso. Dos polos o estados emocionales de una misma realidad que tienden a enredar al sujeto en un movimiento psíquico pendular. Éxito significa lograr nuestros objetivos, pero en realidad, el éxito por excelencia, será aquel que tenga que ver con el despertar del Testigo, con el cese del sufrimiento y con la recuperación de nuestra lúcida identidad esencial. Un objetivo de anámnesis que da sentido a la vida y cuyo sendero constituye el destino al que, tarde o temprano, todo ser humano está avocado.
La clave para lograr un objetivo está en el grado de atención sostenida que dedicamos al tablero de juego en el que éste se desarrolla. Los éxitos en su parte luminosa proporcionan al ego un cierto grado de seguridad y auto confianza. Sin embargo, en su vertiente sombría pueden ser fuente de arrogancia que ignora la cara y la cruz de la vida. Por el contrario, el fracaso, aunque muchas veces supone una experiencia dolorosa, es un valioso aprendizaje para trazar avenidas hacia la sabiduría. En realidad, no existe el fracaso, tan sólo existe crecimiento y aprendizaje. El fracaso es una experiencia de "aplazamiento del logro" que, a su vez, trae consigo ajustes personales que marcan "un antes y un después" en la vida del ser humano.

¿Qué hay más allá del fracaso y del éxito? Algo tan parecido a lo que fluye por entre dos orillas de un río. Se trata de la observación consciente del juego polar de la propia naturaleza mental. Un nivel de conciencia que se encuentra más allá de cualquier identificación con alguna de las dos orillas. Aprendemos del éxito y aprendemos del fracaso, ambos son dos maestros del alma que traen sutiles lecciones para desarrollar toda la sabiduría y compasión que laten en el corazón humano. Nadie escapa a las dos grandes lecciones que ambas experiencias conllevan. Lecciones que muestran la ecuanimidad como un estado mental de perfecta neutralidad que ni prefiere ni interviene, sino que tan sólo testifica el devenir de sucesos, más allá de las interpretaciones que la mente demanda en el sinuoso proceso de la existencia.

En realidad, el éxito y el fracaso no son sino unidades de medida de la mirada de los otros. Sustancia intangible, volátil, relativa, eminentemente fugitiva.

La presión del entorno existe, y el veneno del triunfo y la derrota. Pero siempre puedes detenerte y salir de la carrera contra ti mismo. Porque no hay otra vida que la que estás viviendo.